domingo, 25 de marzo de 2007

Arte público, arte para el público.

En la ciudad de San Luis Potosí es poco común encontrarnos obra artística en la calle, poco común, pero sucede. El centro histórico de la ciudad es el que alberga la mayoría de las actividades culturales, desde su arquitectura hasta la mayoría de los museos, teatros, casas de cultura, escuelas de arte, etc. Son estas instituciones, comenzado por la Secretaría de Cultura, quien ha impulsado que la calle sea un foro de difusión y promoción.
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Pienso en tres ejemplos recientes; 1. El año pasado se expuso en el Museo Federico Silva de Escultura contemporánea la obra de Jorge Yaspik. El museo está ubicado en uno de los jardines más antiguos de uno de los 7 barrios del centro. La mitad de la exposición estaba en una de las galerías del museo, la obra chica y de obsidiana. Y en el jardín estaban 5 piezas de gran formato que permanecieron al alcance de niños, adultos y ancianos, transeúntes del centro histórico. En un principio, se observaron con atención y se suponía que era parte del museo, conforme fueron pasando las semanas, se pasaba de largo aquellas esculturas, ya se sabía. Pero pasaron más semanas y las esculturas en piedra de Jorge Yaspik dejaron de ser esculturas de exhibición para ser parte de la urbanización del barrio, los niños se trepaban y las escalaban, las señoras cansadas se sentaban, los novios, alguien que quisiera leer, o tomarse el helado. Nos acostumbramos, en muy pocas semanas al arte público y se entendió, después de pocas semanas que era nuestro. 2. Se construyeron estatuas en bronce de dos personajes de las leyendas potosinas, de tamaño real, Juan del Jarro, un pordiosero de mediados del siglo XIX que por mucha limosna que le dieran, nunca traía más que su bastón, su gorro y su jarro de terracota; odiaba las riquezas y bañarse, por eso su cuerpo era un costra de mugre pegada también a sus ropas y cabello. También es conocido por ser un loco muy listo que deambulaba por el centro, adivinaba el futuro porque lo escuchaba en su jarro de terracota. La otra estatua es del señor de las palomas, quien dos veces diarias llegaba a la plaza de armas para alimentar a las palomas, donde prácticamente éstas de todo alrededor lo cubrían completamente, pareciera que se lo comían. Así, se puso una en una plaza principal. Lamentablemente muy pocos ciudadanos sabían de lo que se trataba, las formas humanas de bronce estaban ahí, simplemente, sin explicación, causando rumores e incertidumbre, como los mismos personajes en sí eran en la vida cotidiana de San Luis Potosí, provocando, también, que la gente se enterara de los personajes. 3. Anualmente se hace una instalación de esculturas de acero inoxidable alrededor de toda la ciudad, principalmente se pueden ver en los camellones de las avenidas más transitadas, cerca de las plazas comerciales, o en las zonas de oficinas, despachos, etc. Yo en lo personal me di cuenta de que ahí estaban un día soleado de tráfico cuando tuve que estar detenida durante 5 minutos para seguir avanzando, en realidad pocas personas nos dimos cuenta de que estaban y cuando las vimos, no se entendía bien qué hacían ahí, pues en general, san luis no expone arte en las calles, pero además no tenían ningún contexto y no eran obras para la gente, nadie les prestó atención.
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Los dos primeros ejemplos, me parecen ejemplos tangibles de arte público, arte del público, arte que no está en una vitrina, arte que es igual para estudiantes que para amas de casa y ejecutivos de despacho, o arte que es parte de nuestra cultura, que nos representa, que nos identifica y nos otorga identificación. Pero tampoco creo que el arte público necesite contener una significación para ponerse al público –como las leyendas de san luis-, simplemente ponerse en la calle, donde se vive todos los días, parte de hacer la cultura y el arte base de la vida, como caminar sobre un Miró en Ramblas, y provocar una crítica, me gusta o no me gusta, pero ahí está. Por otro lado, la idea de usar las obras artísticas que han sido puestas en las plazas y banquetas, como sentarse en ellas, recargarse, tomar un helado o leer, me parece también otro buen propósito final de éste, como tener una escultura o una pintura al óleo en casa, es nuestro, nuestra. Pero así como en la casa no se va a poner una escultura que le bloquee la entrada al cuarto de la hermana si no lo quiere así, tampoco en un espacio público se deberá poner obra de arte que perjudique a terceros, y esto es algo que el gobierno, municipio y/o las instituciones que están proponiendo la instalación, deben regular.
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Silvia de la Cueva.

jueves, 8 de marzo de 2007

Políticas Culturales o las políticas públicas del gobierno


Cuando se trabaja por, con y para la cultura, es imposible no darse cuenta de la diversidad de elementos que existen en una sociedad, desde los que por las migraciones, de personas y de ideas, han provocado cambios en nuestra percepción cultural, hasta aquellos surgidos de la globalización, como las nuevas tecnologías. Estamos en una cultura en movimiento, la cultura no es una cualidad de individuos o grupos solamente, sino más bien un instrumento al cual se puede recurrir para referirnos a la diversidad y a lo cambiante, pero además, para inventar nuevas maneras de convivir en y con la realidad humana del mundo entero. Estamos en frente a una nueva forma de ver a la cultura, tanto a nivel mundial como aquí, en San Luis Potosí.
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¿Con qué pincel se le da un brochazo a la silueta de nuestra cultura? Cuando queremos buscar cómo dibujar el perfil de una cultura con el objetivo de proponer una política cultural para una comunidad, es importante conocer la naturaleza y los mecanismos de los intercambios culturales y la transformación de los marcos de referencia cultural de las personas. Hablo de reconocer la identidad, la identificación y el territorio cultural. La obligación de las políticas culturales, por lo menos aquellas que se establecen respetuosas de los derechos culturales, es la desenvoltura de una nueva sensibilidad ante esos mecanismos y elementos de la cultura, de otra manera, haremos las cosas con el manual equivocado, el que no nos toca.
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Los gestores y promotores culturales del siglo XXI ante las políticas culturales debemos escarbarle para encontrar la manera de transformar la cultura en base de la vida; pero es la sociedad quien debe crear las condiciones para que esa política cultural se transforme en cultura política mediante la traducción de valores culturales heredados, como el patrimonio, o formulados, como la nueva creación artística, en cada uno de los campos sociales. Éste es nuestro papel en la obra teatral ante la insistencia generalizada de los gobiernos en elaborar políticas públicas desde los efectos y no desde las causas del fenómeno social. Los actores de la política cultural tendrán que intensificar su trabajo de divulgación de la cultura, no con ‘la idea de la cultura como cereza del pastel’, como ejemplifica José Antonio Teixeira Cohelo, sino como el campo de las decisiones vitales de la sociedad. Se debe estudiar el guión, y ensayarlo frente al espejo, de cómo las prácticas culturales y conceptos sobre la cultura se hacen presentes en las políticas culturales y cómo pueden estas políticas orientarse en conformidad común para todos.
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Si conseguimos entender ya que las políticas culturales deben tener la cualidad de no tratar de escoger y divulgar los contenidos culturales bajo una jerga determinada, sino que deben proponer estructuras de acuerdo a la vocación, intereses y posibilidades de aquellos a los cuales se destinan, podemos escabullirlas a nuestra actualidad y agarrarnos de la mano de ellas para que nos lleven por el buen camino y entonces sí hablar de gestión y promoción cultural con estrategia.
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En resumen, concluyo: Las políticas culturales deben considerar a la gente a las que se les van a aplicar y a quienes van a beneficiar. Lo que el gobierno crea son políticas públicas, no culturales.