Cuando se trabaja por, con y para la cultura, es imposible no darse cuenta de la diversidad de elementos que existen en una sociedad, desde los que por las migraciones, de personas y de ideas, han provocado cambios en nuestra percepción cultural, hasta aquellos surgidos de la globalización, como las nuevas tecnologías. Estamos en una cultura en movimiento, la cultura no es una cualidad de individuos o grupos solamente, sino más bien un instrumento al cual se puede recurrir para referirnos a la diversidad y a lo cambiante, pero además, para inventar nuevas maneras de convivir en y con la realidad humana del mundo entero. Estamos en frente a una nueva forma de ver a la cultura, tanto a nivel mundial como aquí, en San Luis Potosí.
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¿Con qué pincel se le da un brochazo a la silueta de nuestra cultura? Cuando queremos buscar cómo dibujar el perfil de una cultura con el objetivo de proponer una política cultural para una comunidad, es importante conocer la naturaleza y los mecanismos de los intercambios culturales y la transformación de los marcos de referencia cultural de las personas. Hablo de reconocer la identidad, la identificación y el territorio cultural. La obligación de las políticas culturales, por lo menos aquellas que se establecen respetuosas de los derechos culturales, es la desenvoltura de una nueva sensibilidad ante esos mecanismos y elementos de la cultura, de otra manera, haremos las cosas con el manual equivocado, el que no nos toca.
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Los gestores y promotores culturales del siglo XXI ante las políticas culturales debemos escarbarle para encontrar la manera de transformar la cultura en base de la vida; pero es la sociedad quien debe crear las condiciones para que esa política cultural se transforme en cultura política mediante la traducción de valores culturales heredados, como el patrimonio, o formulados, como la nueva creación artística, en cada uno de los campos sociales. Éste es nuestro papel en la obra teatral ante la insistencia generalizada de los gobiernos en elaborar políticas públicas desde los efectos y no desde las causas del fenómeno social. Los actores de la política cultural tendrán que intensificar su trabajo de divulgación de la cultura, no con ‘la idea de la cultura como cereza del pastel’, como ejemplifica José Antonio Teixeira Cohelo, sino como el campo de las decisiones vitales de la sociedad. Se debe estudiar el guión, y ensayarlo frente al espejo, de cómo las prácticas culturales y conceptos sobre la cultura se hacen presentes en las políticas culturales y cómo pueden estas políticas orientarse en conformidad común para todos.
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Si conseguimos entender ya que las políticas culturales deben tener la cualidad de no tratar de escoger y divulgar los contenidos culturales bajo una jerga determinada, sino que deben proponer estructuras de acuerdo a la vocación, intereses y posibilidades de aquellos a los cuales se destinan, podemos escabullirlas a nuestra actualidad y agarrarnos de la mano de ellas para que nos lleven por el buen camino y entonces sí hablar de gestión y promoción cultural con estrategia.
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En resumen, concluyo: Las políticas culturales deben considerar a la gente a las que se les van a aplicar y a quienes van a beneficiar. Lo que el gobierno crea son políticas públicas, no culturales.
2 comentarios:
El debate en torno a la cultura es grande, para ello habrá que revisar a los clásicos. Con ello podemos problematizar. Pues después de hacerlo podremos preguntar, ¿qué es cultura?, o tú, ¿a qué llamas cultura?, ¿a cosas específicas?, ¿o a una totalidad?, ¿el simplismo?, ¿o el relativismo?
Buen comentario ariel!
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